La verdad es que la fotografía de paisajes no ha sido mi favorita y llevo relativamente poco tiempo practicándola. Muchas veces había leído e incluso experimentado cómo la luz es capaz de variar en cuestión de minutos o segundos de forma extrema. En un momento cambia la calidad de la luz, su difusión e incluso su color.

Entre la foto anterior y la siguiente ha pasado una hora. Si bien entre las dos fotos hay más diferencias, como el tiempo de exposición, que hace que tanto el mar como las nubes queden más movidas y suaves en la segunda. veréis que la luz es completamente distinta. En la primera el cielo del fondo está totalmente blanco. La luz es más azulada. En la segunda el sol ya se ha puesto y las nubes han adquirido un color rosado muy bonito. La luz es más difusa y la montaña queda más iluminada que en la primera, que queda más oscura por la diferencia de luz con el fondo. También, al ser más tarde, hay menos cantidad de luz, lo que me facilitó aumentar el tiempo de exposición para difuminar las nubes y el mar.

Sé que lo que digo es algo muy básico y fácilmente entendible. Sin embargo nunca creí que el cambio podía ser tan radical hasta que lo viví por mí mismo. Este hilo no es más que un par de ejemplos sufridos en mis carnes de cómo la luz puede cambiar en cuestión de minutos y cómo eso puede convertir una fotografía sosa en una fotografía más llamativa.

En este caso ha pasado al revés. Antes de ponerse el sol, éste nos ofreció un atardecer espectacular. Fue ponerse el sol y de repente el cielo se quedó sin color, absolutamente blanco. Hubo unos 10 minutos entre una foto y otra.

Ahora entiendo eso de que el fotógrafo de paisajes espera el momento ideal, lo busca y lo persigue, madruga, reincide y es paciente, hasta que un día aparece esa luz que convierte el paisaje en una fotografía que no te cansas de mirar.

Written by Jesús Rodríguez